lunes, 29 de diciembre de 2008

INTENTO NÚMERO VEINTIUNO

Me soñé de vil y también me soñé de profeta. Me vi fabricando una bomba atómica con mi propio semen, una bomba de neutrones con mi propia orina, y lo digo de verdad, también con los perfumes de mi propia mierda, fabriqué una bomba. Esa noche, me soñé poderoso. Y a la mañana siguiente me desperté otra vez más como todos los días sin saber qué había sido sueño y qué realidad.
El lugar era otro al de la noche anterior, espero, me dije no haber matado a nadie más esta noche. Esta vez el lugar tampoco era mi casa, sino más bien un lugar “demasiado” confortable para mi imaginación, esplendorosos sillones y lámparas de amianto, y sedas y grandes cajas llenas de marihuana y trozos de hachís en pequeños cofrecitos de plata, y luces y esta vez, esto creo recordarlo perfectamente, una mujer hermosa, pero rara, toda la belleza la tenía en los ojos.
Sus ojos eran verdaderamente hermosos, ojos que ya nunca podría dejar de mirar. Y sin embargo, en lugar de abalanzarme sobre ella, me senté, esta vez tranquilamente en uno de los cómodos sillones, y comencé a liar, tratando de no ponerme nervioso, tratando de demostrarle a esa imbécil, toda su hermosura, en mis manos. Lo hice a la perfección, cuando terminé de liar, di dos o tres pitadas y le convidé a la desconocida, que todavía sin decir palabra, se acercó a mí, hasta poner su cuerpo blandamente a unos 20 centímetros de mi pierna derecha, y tratando de que yo no desviara la mirada, me dijo: -Kropocha y yo, rápidamente como si esa palabra hubiese significado algo para mí: -Usted es la hija de puta que mató a las tres viejas y a los dos policías.
Y me quedé tranquilo y seguí fumando, porque fumar marihuana siempre me hacía bien y tratando de seducir a esa mujer, desvié la mirada y volví a desmayarme. No sabré nunca cuánto tiempo estuve sin conocimiento, o bien, de qué mecanismos se valió ella, primero para desmayarme (ya que podría pensar que no había sido un desmayo común, porque yo en mi cuerpo, o en lo que sea de mí, no sentí ninguna señal del desmayo, sino más bien que el desmayo ocurrió sin previo aviso) y segundo cómo era posible que yo volviera otra vez en mí.
Mi cuerpo había caído del sillón, o bien ella me había bajado al piso. Recostado sobre la mullida alfombra y descansando mi cabeza sobre un almohadón de plumas, más que muerto tranquilo, más que desmayado, relajado. El paraíso me parecía poco para expresar ese estado. Ella volvió al ataque: -Kropocha Linkuspia. Y yo creí entender perfectamente que ella me decía, tus ojos en mis ojos, aquí en mis ojos donde reside mi belleza, reside tu vida. Y cuando todavía el recuerdo de tus dioses tire de ti hacia la muerte, puedes vivir aún, cerrando tus ojos.
(Así como yo entendía sus gruñidos todo era demasiado simple y casi perfecto, quiero decir todo era demasiado loco).
Estaba claro que ella entendía más de mí, que lo que decía.

1 comentario:

  1. Ha terminado el reinado de los sentidos y ha comenzado el reino del deseo, aunque los sentidos sigan produciendo espejismos que pueden engañar al sujeto.
    Sigo haciendo frases sabiendo que también podría hacer otras.
    Gracias por el texto.

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