martes, 20 de enero de 2009

INTENTO NUMERO TREINTA Y CUATRO

La amistad y el amor me decían son más universales que ciertas ideas, o mejor dicho que cualquier idea. Porque yo amaba a esos pequeños monstruos desesperados de libertad, con la misma intensidad con la que había amado a mi madre y a mis compañeritas del colegio primario. Estaba claro que el amor era un sentimiento que podía surgir en el hombre sin que éste pronunciara ninguna palabra. Ya había jurisprudencia sentada, de ciertos problemas que ciertos estados habían tenido durante las guerras ya que a veces su mejores soldados se enamoraban del enemigo.
De golpe sentí que comenzaba a comprender el plan. Ellas tratarían después de aprender conmigo cómo tenían que vivir sobre la tierra para no ser descubiertas, enamorar a los poderosos como habían hecho conmigo, porque yo estaba enamorado. Ya prácticamente no dormía, y recordando ciertas prácticas con animales domésticos y pequeños niños, comencé a llamarlas a cada una por un nombre distinto, y a tantas llamaba, como me era posible recordar. Esto, si bien trajo aparejado un poco de orden, ya que ellas obedecían al nombre que yo les otorgaba, creó asimismo el problema que si yo no nombraba, ella no existía. La dependencia de mí era casi irracional. Comencé a imaginarme entonces ¿cuál sería mi dependencia?

1 comentario:

  1. "...si yo no nombraba, ella no existía". Importante pensamiento. También me impactó que "la dependencia de mí" hace pensar en "¿cuál sería mi dependencia?". Recuerdo un decir acerca de que está tan preso el guardián como el preso. A veces pienso que ciertas personas provocan ser perseguidos por su pareja para tener su control.
    Gracias por hacerme pensar en estas cuestiones tan cercanas y tan lejanas.

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