domingo, 29 de marzo de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO CINCUENTA Y DOS

El mate cocido por su gusto y su color, dependía de hierbas cocidas y azúcar, me gustaba.
Pensé que ya era suficiente, debía cerrar la puerta nuevamente, pero no me podía mover de la silla. Esperaría entonces la próxima persona que se acercara a mí y le pediría que cerrara la puerta.
Una mujer morena, de labios gruesos y espléndidas caderas se acerca a mí resueltamente con un vaso en una mano, y me besa en la boca, bien como si me conociera desde hace años, deja el vaso encima del escritorio y sale, me impresiona tanto su actitud conmigo, que me olvido de pedirle que cierre la puerta. Hago un esfuerzo, un gran esfuerzo para levantarme de la silla y lo consigo, pero casi me quedo sin fuerzas, decido en lugar de cerrar la puerta, salir por una puerta exactamente a un metro de la puerta de lo que sería mi pieza al patio.

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