martes, 17 de marzo de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO CINCUENTA

Aprieta el botón mi querido, aprieta el botón. Dejé el cigarrillo sobre la mesita de luz y abrí un poco la ventana y levanté la persiana. Un fuerte sol me anunciaba que en esa ciudad era verano. Abrí la puerta del ropero, para buscar ropa adecuada al calor que comencé a sentir. Unos pantaloncitos fabricados con unos vaqueros cortados por las rodillas y una camisa de mangas cortas como esas que usaba mi padre en los veranos de mi ciudad natal. Y luego comprobé que los zapatos que había en la pieza me quedaban perfectamente, lo que quería decir que el que vivía en esa pieza y debía hacer muchísimo tiempo y sin darme cuenta de vivir, era yo.
Bien, ya sabía cual era mi ciudad, cual mi ropa, me faltaba averiguar, mi posición económica y si vivía con alguien más en la pieza, qué edad tenía realmente, y cómo me llamaba. Y tal vez, de qué trabajaba. Todo me daba miedo. Apretar el timbre, porque seguramente vendría alguien y de algo brutal me enteraría, y también me daba miedo leer los papeles escritos, porque también, seguramente me harían enterar de algo terrible.
Detrás de la puerta esmerilada y en medio de mis cavilaciones, escuché el murmullo de varios niños jugando, estaba claro que había caído en una casa de familia. Averiguar quién era en esa casa me daba miedo y a la vez excitación y alegría. El destino que me había tocado por ahora y en el borde de las pocas averiguaciones que había hecho, no me desagradaba, sólo me daba un poco de miedo. Después de otra revisión general por toda la pieza, tratando de averiguar más cosas acerca de mi nueva personalidad, o bien mi vieja personalidad, pero nueva en el sentido de su saber de ella. Un reloj funcionando marcaba las 11,30 de la mañana. En el patio estaba el sol. No encontré sin embargo en la nueva búsqueda ningún documento o papel que atestiguara mi identidad.
Ella otra vez tenía razón, apretar el timbre era por ahora lo único posible en el intento de averiguar algo más acerca de mi situación actual.
Me acerqué varias veces a la puerta, sin abrirla, y cada vez escuchaba ruidos diferentes, pasos de mujeres, pasos de hombres, música, juego de niños, estaba claro que había caído en una casa donde vivían además de mí, muchas otras personas y que seguramente yo tenía con todas esas personas mayores y esos niños, relaciones que tendría que ir averiguando de a poco.
Después aun de constatar mi cuerpo, y hacer una flexiones para ver el estado vital del que disponía y dándome cuenta que gozaba de la energía de antaño, fui feliz y toqué el timbre. De cualquier manera, yo ya había matado y muerto varias veces, a nada tenía que temer.

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