domingo, 5 de julio de 2009

INTENTO AUTOBIOGRÁFICO NÚMERO SETENTA Y OCHO

-Y conmigo, qué experimento quieren hacer conmigo, acaso el de la puta cósmica. Yo lo único que deseo es que curen a Catín para que podamos volver a vivir juntas.
Carbonero y Sol no era para Diana lo que era para Catín, Para Diana Carbonero y Sol era la casa de los psicoanalistas, una casa donde nadie tenía un claro deseo de vivir o estar en ella, sino más bien una profunda necesidad. Carbonero y Sol era la casa donde te cambiaban el nombre por una cifra, la personalidad por una función. Una especie de taller mecánico de hombres. Carbonero y Sol era el lugar donde si una tenía ganas podía, por qué no, sentirse una verdadera rata.
-Yo antes de conocerlos era un cúmulo de pretensiones, era una mujer hermosa y solitaria y Catín me amaba. Después llegaron ellos y me volvieron loca, primero porque el marxismo de ellos era más apasionado, después me mandaros a psicoanalizar con el infalible doctor Si, me robaron a mi amiga Catín con el asunto que a los locos mejor es agruparlos y ahora me quieren hacer vivir a mí, precisamente a mí que soy una solitaria, con 20 personas mayores y siete niños. Están todos locos.
Yo quiero que me devuelvan a mi Catín, mi dulce amada Catín, la pobre de sentidos, a quien nunca durante cinco años pude arrancar un solo gemido, de goce o de dolor. Ella soportaba todo en silencio. Mis golpes y los consoladores, mis besos y las procacidades y nunca era feliz. Quiero por lo tanto que me devuelvan a mi Catín y la quiero, como ella era antes, muerta.
Una muñeca de trapo, un dibujo sobre una cartulina negra, yo misma era su corazón, su único deseo, su palabra.

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